El Ingeniero, el Sr. Salas y el Sr. Marcos

Candy Belen

Atendía todos los días a la hora de la comida, al Ingeniero en una mesa, en otra al Sr. Salas y en otra al Sr. Marcos. Y que pienso: “Pierdo clientes, los voy a juntar para tener más mesas disponibles”.

Así que, les hacía plática a los tres, de manera que los involucraba diciendo: “Verdad Sr. Salas ó Ingeniero ó Sr. Marcos”. Hasta que los junté a los tres en una mesa.

Cierto día, llegó el Sr. Salas hablando muy raro, como con la lengua rígida. Le preguntamos qué le había pasado, a lo que contestó que al desayunar pan tostado se quemó la lengua y abrió el refrigerador (que en ese entonces, sólo había de los que se les hacía mucho hielo) y pegó su lengua al congelador. Y como no la podía despegar la lengua, se le ocurrió ponerse leche entre la lengua y el refri para despegarse.

No aguanté la risa (bueno, todos) y el Sr. Salas muy serio nos miraba.

Cabe mencionar, que a mis compañeras no les gustaba atender al Sr. Salas por su carácter y porque sólo dejaba un peso de propina. Ni al Ingeniero, porque nunca estaba conforme con su comida. Y no se por qué, el Ingeniero nunca repelaba por su pedido conmigo.

Con el Sr. Salas (el de traje) y el Sr. Marcos (camisa blanca) en el restaurante de Sanborns. (Foto tomada por el Ingeniero). Clientes de Sanborns
Con el Sr. Salas (el de traje) y el Sr. Marcos (camisa blanca) en el restaurante de Sanborns. (Foto tomada por el Ingeniero).

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